
Cada día tomamos cientos de decisiones. En cada una de ellas, están implicadas las interpretaciones personales y nuestra historia de aprendizaje. En función de esto, decimos que somos más emocionales o racionales. Pues bien, tanto la emoción como la razón van juntas, en cada decisión que tomamos, coexisten. Es imposible, pese a que en algunas ocasiones nos lo parezca, tomar una decisión 'muy racional' sin que participe la emoción.
Es más, precisamente se ha demostrado que la participación de la emoción hace que las decisiones que elegimos, sean más acertadas.
El arte está en mantener un equilibrio en función de las demandas de nuestro día a día. Si hemos aprendido a realizar un 'razonamiento emocional' a la hora de interpretar nuestras vicisitudes, erraremos bastante puesto que prácticamente es la emoción la que nos gobierna.
Algunas pautas para conseguir este equilibrio:
Tomar conciencia de nuestras emociones.
Evitar juzgar nuestras propias emociones.
Fomentar la empatía
Conseguir gestión emocional.
Fomento de una comunicación asertiva.
Aceptarnos de manera incondicional con nuestras virtudes y limitaciones.
Si estás interesado/a en conseguirlo, puedes consultarme por teléfono al 668 823 484